
MANIFIESTO
Desde largos tiempos una cocina de hogar.
​
Desde casi siempre una cocina de ingredientes provenientes de todas partes.
​
Una botita de tierra surgida y rodeada casi completamente de mar, rodeada una gran cantidad de puertos, de puertas hacia el mundo.
​
Siglos y milenios de constantes exploraciones, conquistas, invasiones y paso de la humanidad, hicieron que nuestra cocina sea hoy el gran testigo de diversas culturas.
​
Una cocina totalmente federal, definitivamente distinta en cada una de sus 20 regiones, en más de 100 provincias, en algo así como más de 8000 comunas y diría casi de casi 60 millones de hogares.
¿Cómo definir una “verdadera” comida italiana tradicional entonces? Imposible, cada hogar conserva la “verdad”; cada rugosa mano te dirá que es la única, la mejor.
​
Me atrevo a considerar esta realidad: cocinar con el gusto, el sazón italiano es cuestión de ADN y de actitud cultural entre otras características.
​
Con el tiempo se supieron perfeccionar infinitos conocimientos desde producir vino y aceite, hasta la más barroca pastelería, pasando por la incorporación de especias y aromas exóticos en preparaciones de carnes de caza, llegando a la elaboración de los trigos que nos brindan un mapa de panes y pastas para rellenar almanaques y enciclopedias.
​
Después están las aldeas, pequeños mundos y universos para descubrir, donde el tiempo actúa con un ritmo propio y reina el culto de los cultivos.
​
Y qué decir de exploradores, vasallos, guerreros, científicos, templarios, campesinos, amas de casa, tribus, pintores, artesanos, artistas, conquistadores y sobre todo soñadores y poetas de la vida y maestros en el dominar el “DOLCE FAR NIENTE”.
Llegamos finalmente a nuestros tiempos, a nosotros que nos gusta meter nombre y apellido a los platos, que nos gusta decir que lo inventamos todo y no valoramos aromas suaves e intensos a la vez, como el perfume de una pasta hirviendo en su agua.
A todo eso respondo con una “storia d´amore” que tiene comienzo al principio de este siglo…”
